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La filosofía del proyecto albores

La vida es permanente movimiento, que tiende a un fin: la plenitud y la perfección. Es camino, proceso. El proceso formativo nunca termina.

Educarse significa revivir personal y originalmente la historia pasada. Revivir en el sentido de vivenciar una realidad que pertenece al ayer pero que dejó una enseñanza que trasciende el momento histórico en que sucedió; personal y originalmente porque involucra un compromiso único y social.

Objetivo central de la autoeducación no puede ser otro que el de la integración de la personalidad, su armonía y plenitud.

Un hombre desintegrado en su ser, generará también desintegración en su actuar; y contagiará con este bacilo desintegrador a todas sus relaciones vitales: familiares, laborales, de amistad, sociales, etc.

Entendemos entonces por integración dos aspectos fundamentales: por un lado el recto desarrollo de las potencias fundamentales del hombre, su inteligencia, voluntad y sentimientos; y por otro lado la vinculación armónica de su vida natural y sobrenatural.

El objetivo de la Inteligencia es la VERDAD.
El objetivo de la Voluntad es la LIBERTAD.
El objetivo del Sentimiento es la FELICIDAD.

Educar a un ser único, libre y comunitario es:
– ayudar a que el otro se desarrolle hacía su mayor plenitud posible;
– servir de manera desinteresada, abnegada, a la realidad y originalidad del otro;
– ayudar a que el otro descubra lo que es necesario para su desarrollo integral;
– estimularlo para que asuma en sus manos y cuanto antes su propia vida;
– colaborar con el otro para que descubra su libertad, la asuma y la ejercite responsablemente;
– educar es, en último término, el impacto de una vida -la del educador- sobre otra vida -la del educando-.

Educar no es obligar al otro con la fuerza de mi autoridad a hacer lo que no quiere, sino que es ayudarlo a descubrir qué es lo adecuado para su desarrollo original.

El objetivo final de la educación es entonces la formación de un hombre convencido que lo que hace es realmente lo que quiere, y que lo hace como realización de su libertad.

La autoridad es necesaria al acto pedagógico porque esa vida que comienza precisa la oposición de la vida madura. No se trata de dejar de ser autoridad si9no de serlo en forma lúcida. El educador que posee lucidez pedagógica, que tiene bien claro el interior de los procesos educativos, se da cuenta que existe en el educando un movimiento de oposición a la vida vivida. Por eso no abandona la autoridad sino que elige algunos puntos y hace sentir que “el avión para levantar vuelo tiene que
tener viento en contra».

«La importancia innegable de la autoridad para la salud y el saneamiento de las personas y las comunidades es un llamado vigoroso a todos los educadores a que usen de su autoridad no en forma débil sino con fuerza y con bondad. Pero para ello la autoridad debe ponerse a sí misma y a los suyos exigencias altas, apelando a la magnanimidad y no por un simple rigorismo. Las exigencias deber estar inspiradas por el amor.” (José Kentenich, «Principios de Gobierno”).